Por Lucy Ramón.
Mi madre está asociada a los centros Pasteur para recibir atención médica clínica y preventiva. Antes de entrar al local, es muy normal que se encuentre con alguno de sus trabajadores, ya sea un chofer de las guaguas que recogen a los pacientes en sus casas o con cualquier otro de sus empleados, todos con una sonrisa muy cordial y prestos a ayudar a quienes lo necesiten.
No sé si a los médicos, enfermeras y a los demás profesionales de la salud, los escogieron con pinzas o fueron a buscarlos a otro planeta porque, en mi vida, nunca he visto tanto profesionalismo, tanto afecto y tanta responsabilidad. Ya sabemos que los programas de salud del gobierno (medicare y medicaid) pagan todos los servicios pero, no garantizan la atención adecuada y mucho menos, el amor que el colectivo de Pasteur le profesa a sus pacientes.
Oigan, alli la gente tiene deseos de trabajar bien y lo hacen con tremenda dedicación, se les ven los deseos de servir al prójimo, brindandole una atención esmerada. Cada vez que llevo a mi madre a sus consultas,su médico, el doctor Maurin Jiménez, nos recibe con un beso, una sonrisa y se toma el tiempo necesario para intercambiar con nosotras, haciéndonos sentir muy cómodas y seguras de que estamos en manos de un ser humano muy muy profesional y dedicado a sus pacientes.
Las señoras que se encargan de recibir a los pacientes siempre listas a resolver cualquier situación con tal de que todos se sientan atendidos y salgan de allí contentos y satisfechos. Pasteur siempre está lleno de ancianos que a diario van a jugar dominó, parchis, bingo y a bailar zumba, hacer ejercicios e intercambiar entre ellos y con el personal que los supervisa y les sirve el desayuno y el almuerzo que, por cierto son exquisitos. En Pasteur se respira amor y profesionalismo.
Nota: en la foto, mi madre jugando Parchís en Pasteur.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario