miércoles, 12 de noviembre de 2014

Recordando Parte I "La Cuba de los 80`s"



Por Lucy Ramón.

En los 80's cuando los actos de repudio y la tiradera de huevos y piedras se acabaron, luego de la partida de la "escoria", hubo una especie de "empezar de nuevo" para la revolución.  El régimen trató de reorganizarse, afianzarse y recostarse a la sombra del árbol ruso.



En aquellos años el roba-roba era más disimulado y el bisneo estaba representado por los mismos merolicos de siempre, la gente compraba por encargos y los "buscavidas" y clientes, tenían sus puntos fijos. En aquellos años, la Cuba parásita de la extinta URSS, del CAME y de cuanto país del campo socialista decidiera criarla como su ternerita preferida, tomaba un rumbo muy bien definido.

El comunismo necesitaba de nuestra isla para esparcir, a través de los discursos del comandante su veneno ideológico y Quientedije se prestó para la jugada, al final del dia, él y los suyos se convertirían en los nuevos ricos y como todos sabemos, su sueño millonario se ha cumplido. 


¡Ja!, y nosotros que nos creíamos el cuento de que, como país, íbamos en vias de desarrollo. Después del explote del Mariel, hubo un pseudoflorecimiento a nivel social. De esos países nos llegaba de todo, teníamos para robar a dos, a tres y a hasta a cuatro manos y más. ¡Aparecía de todo!, papel fotográfico para los fotógrafos "particulares" (con o sin patente), acetona, pinturas de uñas de fabricación casera que, se vendían en pomitos de penicilina y de colirios para ojos. Las peluqueras clandestinas y autorizadas se abastecían también de ese mercado negro y productos como decolorantes en polvo, tintes (qué buenos eran esos tintes), cremas desrizadoras, etc. Las peluqueras del barrio, no sólo compraban, ellas revendían esos productos. Por ejemplo, la onza de tinte costaba $ 5.00 (pesitos cubanos) y lo vendían con la medida del peróxido. Quizás por esa razón Cuba parió tantas peluqueras y manicures.

Un día, llegué a pensar que el gobierno mismo era quien trapichaba esos productos del mercado negro porque me llamaba la atención un "pequeño detalle": ¿Acaso al estado no le preocupaba de dónde se abastecían y adquirían los materiales esas personas que cada mes les pagaban $ 35.00 por un permiso o patente?

Nuestro pais ha pasado por tantas falsedades que, a estas alturas cualquier respuesta acusadora contra el régimen, nos viene bien. La "cosa" se puso mala cuando se cayó el socialismo en Europa del Este y la mentira fue cogiendo cuerpo.

La Cuba que nos tocó vivir era así, la gente bisneaba calladita, colocaba su mercancía entre sus compañeros de trabajo y se limpiaba el pecho asistiendo al domingo rojo, a la plaza, haciendo su guardia del comité, diciéndole SI a todo y tratando de estudiar para "asegurar" un futuro. Había que tener lo que se llama VALOR para no levantar la mano en una asamblea donde una masa no pensante y/o cobarde aceptaba mansamente todas las directrices emanadas del aparato que dicta y manda en la Cuba castrista. 

Oye, te aplastaban. Hasta el más a fin de tus compañeros se te viraba con cartas delante de todos, aunque en privado, tú sabías cómo pensaba realmente. Los centros de trabajo eran una jungla ¿Y qué me dicen de las famosas reuniones o asambleas de Méritos y Deméritos, donde las gentes se arrancaban las tiras del pellejo por un refrigerador, un tv, una lavadora, un ventilador, etc?.

Para ser justos, muchos de nosotros, conservamos aún amistades con algunos de aquellos antiguos compañeros de trabajo que con los años se han pasado a ser parte de la familia. Esa Cuba efervescente, de zafras, trabajos "voluntarios", metas revolucionarias, desfiles, marchas, estudios- trabajo y fusil, se fue apagando. La gente se fue cansando de las reuniones que no resolvían nada, de salir de sus centros de trabajo a luchar con el transporte, la falta de gas, de romperse la cabeza inventando qué cocinar. Fuimos despertando del embobecimiento aquel que nos mostraba como zombis.
De repente, nos dimos cuenta de que "avanzabamos hacia atrás" y dábamos vueltas dentro de un círculo vicioso de dudas y cuestionamientos.

Recuerdo que en la primera mitad de los 80's, cuando comenzaron a llegar los estudiantes extranjeros, acercarse a ellos era una novedad. Por la mente de ninguna jovencita pasaba la idea de "empatarse" con extranjeros, más bien los trataban con recelo por aquello del diversionismo ideológico e inocentemente queríamos mostrarles, con hospitalidad, los "avances" de la revolución y hasta justificabamos la falta agua en las becas y los desastres que vivimos alli, en aquellos antros de libertinaje y encarcelamiento.

Quizás alguna pionera del gineterismo y sin competencia hacía "su pan" por ahi, bien lejos del barrio, donde nadie la viera. Analizando nuestras vivencias, hoy por hoy llegamos a la conclusión que todos los cubanos sin responsabilidad alguna, participamos bajo la amenaza de un látigo invisible en esa mentira y que nadie venga con excusas ahora, de "yo no", porque si algo debemos hacer es precisamente esto, reconocer nuestra participación dentro de esa mentira, sólo así, podemos terminar con los careos, las discusiones y las excusas.

Unos más, otros menos pero todos muy bien que inflamos esos globos de promoción, en el caso de los maestros, si no cumplias con el porcentaje de alumnos aprobados, perdias tu salario y tu plaza era expuesta en una subasta llamada "oposición" o "escalafón".

En las empresas productivas, como la agricultura, la pesca, la manufactura, etc, las "cifras cumplidas" eran astronómicas y cuando iba La Provincia, o sea, los dirigentes provinciales , a chequear esas empresas, todos salíamos a recibirlos con la mentira a flor de labios.

Recuerdo un día que, en el noticiero nacional dieron un dato de hectáreas de la siembra de papas en la provincia Las Villas que, cuando saqué la cuenta, se había sembrado papas en toda Cuba y en parte del estrecho de la Florida, ¡Globos y más globos!.
La revolución y sus invisibles hilos represivos nos fue convirtiendo en mentirosos y como de libertad, sólo conocimos esa, nos metieron en la cabeza que vivir fuera de Cuba era muy "peligroso". Nosotros no sabíamos nada de derechos ni de izquierdos pero percibíamos que estábamos atrapados en una isla, "protegidos" por un gobierno que cada día nos imponía más metas y nos garantizaba menos condiciones de vida.

No nos preocupaba ser libres porque nos hicieron creer que ya lo éramos pero, "algo" nos decía que no, que un hombre libre no tiene porqué esconder a su dios, esconder a su virgen, a su san Lázaro, el café tostado, la carne de res que compró en bolsa negra. Ningún hombre libre susurra para expresar lo que piensa.

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