Por Lucy Ramón.
Estoy por creer que, de repente me han "cambiado" el cerebro, ya no recuerdo cuántas libras de arroz y azúcar me racionalizaba la libreta, ni las onzas de café, ni de granos, ni la cantidad de sal. Sólo recuerdo al bodeguero metiendo su cuchareta o palita dentro un saco y echándola en aquella la pesa vieja y churrosa que olía a óxido. Ahí pesaban todo, hasta a los bebés del vecindario. Ponían un pañal de tela antiseptica y lo colocaban encima.
Creo que esa era una de las pocas veces que la pesa estaba "al fiel", jajajaja. Esos bodegueros le hacían trampas a Marisantisima con la pesa. No recuerdo muy bien pero creo que la pasta Perla y jabón Nacar, "tocaban" cada dos meses al igual que frazada de piso, la cual asignaban una por núcleo, sin importar la cantidad de miembros.
Las fajazones familiares por esas miserias eran espantosas, quienes cocinaban a parte dentro de una casa donde vivían más de 10 personas, tenían que inventar con qué limpiar su cuarto, en el que dormían hacinados, matrimonios con dos o más hijos.
Maldito régimen castrista que echó a fajar familias enteras por un tubo de pasta dental y una colada de café. De esas cosas si me recuerdo porque muchas veces tuve que aplacar las broncas de mis vecinos de lado que al vivir tantos en la casa, se establecía la ley "del más guapo" y ese guapo agarraba la condenada libreta de RACIONAMIENTO y compraba las cuotas de sus hermanos y las vendía Para terminar con ese "Oeste", me designaron como mediadora y entonces mantenía en mi poder la desgraciada libreta o tarjeta, cosa de que, cada vez que alguno iba a comprar sus mandados, allá iba yo hasta la bodega a controlar la compra.
¡Aquello era una locura!. Eran diez hermanos, con maridos, esposas e hijos y cuando les caía un dinerito, tenía que dejar de hacer mis cosas para cumplir mi deber de guardiana.
Hoy dia me pregunto, ¿qué hacía yo metida en esos potajes? No sólo mediaba la tarjeta de al lado, sino que dos o tres vecinos del barrio, me daban a guardar sus ahorritos para comprarse poco a poco algunos dólares y luego ir a la "shoping" a resolverse un par de zapatos, un pantalón o cualquier otra cosa.
A veces, cuando me entra la nostalgia cubana y recuerdo estos pleitos, me da mucha pena con mi gente, con esa que quedó atrás, atrapada entre las rejas de la maldad y el odio.
¡Pobre Cuba!.
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