Por Lucy Ramón.
Dicen que es mentira que, todos los animalitos que pasaron por delante de la puerta de Cucarachita Martina, le proponían matrimonio asi como así, por su cara empolvada. Resulta que la Martina no era una cucaracha cualquiera. La "tipa" era una anciana millonaria, procedente de Canadá que estaba de turista en Cuba, buscando "carne fresca".
Tampoco los pretendientes eran "inocentes criaturas", nada de eso, todos eran chicos "luchadores" del barrio que se le acercaron para ver si "ligaban" a la vieja. Fíjense que todos hicieron galas de sus ruidos y ella, conocedora de alardes y carencias, no se desespero y estuvo toda la tarde evaluando el "casting" hasta que llegó "el Elegido".
Muchos se preguntarán por qué doña Martina escogió al Ratón Pérez y la respuesta siempre estuvo a la vista de todos. Don Pérez fue el vencedor porque se mantuvo calladito y esto motivo a la maliciosa cucaracha que no por gusto, durante su estancia en Cuba, se dio gusto comiendo "mangos" bajitos (jovencitos). La cuca, buscaba a alguien menos alardoso, y especulador y sobretodo que no necesitara de ella para escapar del país. Los ratones viajan por el mundo sin pasaporte alguno, se cuelan en los barcos y aviones y nadie los ve.
Martina apostó por el futuro Mister Pérez, los dos conforman la "pareja perfecta". Si la "prenda" no da la talla, ya ella se encargaria de deshacerse de él en lo primero que pase. Las cosas se complicaron cuando el hambriento ratón cubano empezó a sentir el olor a comida que salía de la cocina y perdiendo el control, se lanzó a agarrar el trozo de carne que brincaba entre los borbotones de caldo hirviente y papas amarillas.
Que cebolla ni cebolla…¡La carne fue lo que desquicio al "fachado" ratoncito!. Dicen que se curó las quemaduras y ¿fueron muy felices?…¡Otra mentira!. En cuanto Martina vio que su Adonis, mejor dicho, su ratón Pérez, se le convirtió en otra cosa, le dio el "bay, bay" y desde entonces, viaja todos los meses a Cuba en busca de otro ejemplar, donde, hasta las clarias quieren casarse con ella pero, últimamente está reacia al matrimonio y sólo busca pasar el "momento", divertirse y si te he visto no me acuerdo.
La muy pícara, le promete a sus amores que los sacará del país y ellos, locos por partir, cierran los ojos, se tapan la nariz y hacen su "mayor esfuerzo". No es fácil sentir ese olor a cucaracha vieja.
Pues como les conté. Nada de colorín, colorado y fueron muy felices. Del ratoncito Pérez nunca más se ha sabido, a penas se comenta que anda alcoholizado por ahí y la vieja Martina sigue en su gozadera.
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