domingo, 16 de noviembre de 2014

La verdadera historia de Cenicienta, Parte II



Por Lucy Ramón.


Cuando Celedonia Vicenta se hizo llamar Cenicienta, nadie de su familia, ni sus amigos, ni sus compañeros de clase, tenían conocimiento sobre esta nueva faceta de la grasienta y deforme vaca que se sentaba al final del salón para evitar o disminuir los chiflidos de los que no podían ver el pizarrón, cuando, en ocasiones, ocupaba los primeros pupitres.


"Cenicienta" sufría por su exceso de peso pero, soperaba su pena con su carácter alegre, campechano. Tomaba las burlas deportivamente y se reía de ella misma. Para que vean, la gorda, como todos la llamaban era de madre en su casa pero cuando estaba entre amigos, era muy buena gente y no tenia a menos bailar y "janguear" en grupo.

Cenicienta sabía que, en su momento, esos que hoy se reían de ella, comerían de su mano. Su secreto mejor guardado, jamás lo compartió con nadie, ni siquiera con Thalia, su mejor amiga, a quien se suponía le contara sus cosas. Todo el tiempo estaba en guardia, sobretodo cuando subía "sus" fotos a su perfil falso de FB o a Instagram. En el día subía más de diez, desde que se levantaba hasta la despedida .Dormía par de hora y luego reanudaba la sesión de fotos. Bueno, ella no sólo subía fotos, también ponía publicaciones muy espirituales, muy bonitas, donde hacia galas de ser la "MUJER PERFECTA".

A todos les motivaba las horas y horas que la Chenta (así la llamaban en la casa) se pasaba embuida en su celular dando dedo. -¿Qué se traerá entre manos la gorda?- Se preguntaban sus amigos, a los que no les miraba la cara por estar en el "pin-pin" del teclado. Los intrigados, planificaron robarle el teléfono para ver qué mantenía embobecida por tanto tiempo a Vicenta. Novio. ¡Imposible!, ¿quién querría aquella bola de grasa como novia? Pero de que se traía "algo", si que se traía. 

Su celular formaba parte de su enorme anatomía, iba con él a todas partes, no lo soltaba ni para bañarse. A veces, sonreía maliciosamente mientras teclaba y otras, su carota se le transformaba en una "niña buena", ilusionada que disfrutaba de un éxtasis único. Conforme fue pasando el tiempo, su adicción al teléfono se convirtió en algo verdaderamente alarmante. Aquella gorda alegre y chivadora iba quedando atrás para dar paso a una nueva personalidad. Ahora la Vicen permanecía más seria y nada de bailecitos sensuales, ni jaranitas coloradas. Ahora la gordi era toda una chica seria, parecía como si se hubiera metido a monja.

Sus hermanas se quedaron pasmadas aquel día, cuando Chenta, se levantó muy dispuesta a limpiar la casa, fregó la losa, lavó toda la ropa y una vez terminadas esas tareas, se dio un buen baño y cuando todos estaban reunidos cenando les dijo,a modo de información: ¡Hoy es la boda!.

Una de las hermanas soltó de un soplo el bocado, el padre quedó atónito masticando, la jarra de agua cayó sobre el plato de la madre porque justo cuando escuchó el bombazo, llenaba el vaso su esposo. Hasta su gatica se asustó y se metió debajo del sofá. 

Tomando aire, la madre, aún "shokiada" le preguntó temblorosa:
- ¿Cómo que hoy es la boda? ¿La boda de quién? 
Todos trataban de disimular la curiosidad pero las caras los delataba.
"Cenicienta" no quitaba la vista del celular.
Pasaron unos segundos, las tensiones fueron mermando cuando la Vaca comenzó a hablar.
- Pues si, hoy se casa Cenicienta. 
- Jajajajajaja....Ese cuento es viejo. La Cenicienta y el príncipe se casaron antes de tú nacieras.
La risa corrió por toda la mesa.
- Hoy me caso. Sentenció Vicenta y esta vez no hubo carcajadas.
Ahora el silencio estaba servido a los cinco comensales.
Por unos minutos, todos coincidieron por intuición que, se trataba de otra pesadez de Vicenta y hasta hubo cierta decepción, porque cuando todos pensaron que la joven había cambiado, en ese momento volvieron a chocar con la ingobernable jovencita que deliberadamente hacia lo que le daba la real gana, sin medir las consecuencias.

Pero esta vez, el tono de sus palabras era distinto, no sonaba alocado ni provocador. Vicenta hablaba con el respeto y seriedad que el evento matrimonial requiere y el primero en detectar ese detalle fue el padre.
- A ver hija, cuéntanos, ¿Cómo es eso de que hoy te casas?
Arrastró su silla hacia atrás,mientras limpiaba sus labios con una servilleta. Se puso de pie y con un gesto de quien va a dar un discurso, se dirigió una vez a todos, apretando su celular con ambas manos sobre su pecho.
- Espera papá, acaban de declararnos marido y mujer y ya él me dio su password y me toca darle el mio como muestra de nuestro amor.

Se miraron unos a otros, buscando una respuesta pero la "Cenicienta" no se percató del "impas". Lágrimas de felicidad, emoción y triunfo rodaban por sus mejillas mientras miraba la pantalla del teléfono. 
Continuará. 

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