Por Lucy Ramón.
A veces pienso en los que aún no han despertado, en los que se revuelcan entre la confusión, la mentira y la necesidad de sobrevivir y siento pena por ellos. A veces quisiera sacudirlos para que despierten, para que salgan de esa inmovilidad ciudadana pero sé que muchos, al sentir la sacudida, quizás me vayan encima y me visualicen como su enemiga y hasta me cuestionen porqué me fui y hasta me maten por ir a romperle su conformidad.
A veces, los pienso en silencio y los veo como hormiguitas locas, buscando su pan de cada dia y remendando sus miserias en el rincón de la resignación, de la desesperanza sin lograr cómo salir de ese atolladero a donde fueron empujados por la mentira, el odio y la ambición de unos perversos.
A veces, los entiendo, otras, me da rabia porque los veo tan llenos de soberbia, de Ego, creyéndose inteligentes, cuando en realidad son esclavos de ellos mismos y les duele y hiere su ego, el reconocerse como esclavos felices.
A veces, los miro con compasión porque a un pueblo al que le borran y arrancan páginas de su historia lo dejan huérfano, sin identidad, sin patria y sin decoro.
A veces, quisiera perder la esperanza de una Cuba libre pero mi fe se niega a aceptar semejante derrota. Todavía quedan cubanos luchando por una Nueva Cuba, de todos y para el bien de todos.
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