Por Lucy Ramón.
Si hay alguien que quiero con el alma es a mi primo Pepe Romero, él era primo de mi abuela pero, en mi familia, como les he contado, no hay eso de primo primero, segundo o tercero. Pepe era mi primo y punto. Desde niña lo vi tan lindo, tan macho y tan bueno con su madre, con su esposa y sus hijas que, busqué la manera de estar siempre cerca de él.
Mi tía era desquiciante con la limpieza y el orden (también me pegó esa matraquilla). ¡Pobrecita mi tía!, de tanto lavar a mano, tenia los dedos deformados. Hacía almidón de yuca y almidonaba hasta los calzoncillos de su hijo. Vivía "sobando" las camas, cada vez que entraba y salía del cuarto les pasaba las manos para estirar cualquier pliegle, imagínense que ella planchaba aquellas sábanas que parecían cocos de lo blancas que estaban. No me lo creerán, mi tÍa planchaba las tiritas del ajustador y cuando mi primo, se tiraba debajo de su carro a mecanicar, lo hacía vestido de planchado, jamás esa ropa volvía a su cuerpo con una mancha de grasa.
Ella y su hijo eran compincheros, conversaban todo el tiempo y sin tantos conocimientos de psicología, mi tía sabía cómo timonear el carácter de mi primo que, por cierto, era como el de ella de difícil e intransigente, cuando se encaprichaba con algo, nadie lo sacaba de ahí, sólo mi tía, con sus mañas, su amor de madre y su arte para decirle las cosas.
Y ustedes se preguntarán; ¿y a qué viene esta historia tan común?
¡De común nada!, estos dos seres, dejaron una huella imborrable en mi corazón y si en alguna ocasión les he contado sobre ellos, me disculpan, porque son tantas las veces que hablo sobre mi tía y su hijo que, no sé si lo escribí, así que hoy quiero asegurarme de que esta historia quede escrita en alguna parte.
Cuando mi primo Pepe, se convirtió en un jovenzuelo, mi tía le daba su dinerito los fines de semana para que invitara a sus novias al cine. Nunca llevó ninguna a la casa porque ese privilegio se le daría a la que clasificara para ser su esposa y esa regla se cumplió. No se crean que, por ser único estaba "enfalda'o", como mi primo era tan lindo y siempre andaba tan presentable, mujeres de todas las edades y "estatus"(casadas, solteras, divorciadas) se volvían locas con él pero, mi tía nunca las conoció, supo de esas conquistas porque se lo contaba a su mejor amiga: mamá.
Un día, una de esas enamoradas, logró conquistar su corazón pero, según investigaciones (secretas) de mi tía, la mujer no era de muy buena "reputación", tenía dos hijos varones y al parecer, su vida era un libro desencuadernado y los muchachos no la respetaban. Mi primo trajo a la señora con los niños pero los dejó en el carro y mi tía, la escuchó cuando ella los instaba a decirle papá a mi primo y uno de los niños se negaba rotundamente a cumplir ese mandato. El carro temblaba del griterío que se formó, ella a que si y el niño a que no... ¡Jum!. Se le estaba complicando la vida a su tesoro (pensaría mi tía) y ya era hora de tomar acción.
Por la noche, cuando Pepe volvió del paseo, se le veía extenuado, aquellos muchachos de unos once y trece años respectivamente, le habían dado un día de chupa y déjame el cabo. Mi tía permaneció calladita, estaba segura de que en cualquier momento, su hijo soltaría la sopa. Cuando terminó de comer, mi tía se sentó en el balance y Pepe ocupó el suyo.
- Te ves cansado mi'jo.
- Un poco, mamá, hacia mucho calor y en ese parque había un sol de madre.
- ¡Oh!, pensé que habían ido a la playa.
- Nooo, eso querían los muchachos pero la ida al parque fue suficiente.
- "Suficiente", ¿por qué?
- Na' mami, esos muchachos viven fajándose, la madre gritándoles, ninguno de los dos la respeta, yo quise controlarlos y me dijeron que yo no era su padre y cuando ellos montaban los columpios... ¿tú sabes lo que me dijo el más grande? -Tú no puedes regañarme porque no eres mi padre -…¿y tú sabes cual fue la respuesta de la madre cuando le di las quejas? - Bueno, ellos son chiquitos y no saben y no están acostumbrados.
Mi tia calladita.
- ¡Ay mamá, no sé qué hacer!, a mi me gusta mucho esa mujer y ella y yo solos, no tenemos problemas.
- Pero resulta mi'jo que, usted y ella no estarán solos nunca. Ella es madre y las madres siempre van a tirar pa'los hijos y si son chiquitos más.
- Pero mamá, yo estoy enamorado de esa mujer.
- No, tú no estás enamorado, tú te sientes atraído por la "hembra". Si tú estuvieras enamorado, no verías la malacrianza de esos muchachos, ni estarías con esa duda. Lo que pasa es que ... y ... halan más que una carreta, el punto es, no dejar que te halen la cabeza porque la pierdes.
-Tú siempre en lo mismo, jajajaja.
- ¿Quieres oír algo?
Mi tía no esperó el si y siguió hablando.
- Si después que sales de la cama de esa mujer, tú crees que no puedes compartir tu vida con ella por sus hijos o porque ella no reúne realmente las cualidades que esperas de una esposa, creo que debes hacer una lista de lo bueno y lo malo y luego suma a ver qué te da.
- Pero bueno mamá, quizás las cosas cambien, los muchachos están grandesitos y lo del reguero de su casa puede mejorar. No todas las mujeres son tan pulcras como tú.
- Si van cambiar o no, eso sólo lo sabes tú que la conoces y sobre los niños, lo único que te puedo decir es que, entre más grandes peores se podrán, se convertirán en hombres y pueden desafiarte y en una bronca de esas, tú tienes las de perder, las mujeres siempre defenderán a sus hijos, al menos, yo lo haría. Cuando las madres le han permitido falta de respeto a sus hijos y no tienen autoridad sobre ellos, el hombre que llegue a imponer disciplina será un extraño para ellos. No todas las mamás castigan y ponen correctivos y esas son las consecuencias.
- Jummmm...el chiquito se lleva mejor pero, a veces, coge celos con la madre.
- Mañana, cuando salgas del trabajo, pasa por su casa y me cuentas, para entonces te daré mi opinión porque con sueño, mi mente anda virada y no es bueno andar de consejera.
Mi tía sí sabía el consejo que su hijo necesitaba pero también estaba convencida de que no era el momento de darlo.
Continuará...
Continuará...
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