martes, 2 de diciembre de 2014

Mi tía y su hijo, "Parte VI"



Por Lucy Ramón.

Para mayo de 1975, me ingresaron en la Ondi, recuerdo que el día antes, estando en casa de mi tía, me comenzó el dolor en el estómago pero se me alivió enseguida. Ella estaba sentada en su balance, hacía unos días le habían dado el alta pero no se sentía bien. Tía Mercedes no era mujer de estar sentada, esperando que le pusieran todo a la mano y creo que al verse tan inútil por las secuelas de su enfermedad, ella escogió irse.

Estaba flaquita, aquel cuerpazo lindo y macizo, era ahora hueso y pellejo pero aún así viejita y enferma era linda. Tía no era blanca de piel, sino triguena clara y con el pelo corto y lacio. Dos motas esparcidas de canas, adornaban ambos lados de su cutis limpio y casi sin arrugas. Tenía los ojos verdeolivo. Hasta hoy no he podido comprender por qué nunca quiso aceptar las buenas propuestas de matrimonio de caballeros enloquecidos con tanta belleza y virtud.

Dicen que cuando el padre de su hijo quiso regresar con ella, por poco mi tía lo mata con su pistola.
- ¡Si te agarro sinvergüenza te mato! 
Así le gritaba, mientras intentaba atraparlo.
- Que yo he tenido que trabajar muy duro para mantener a mi hijo para que tú vengas ahora, pa'que te lave el fondillo, viejo cagalitroso.

Dicen que él la traicionó cuando eran más jóvenes y cuando se cansó de pachanguear, vino a pedirle perdón y mi tia lo escupió y lo aborrecio para siempre. Ella decía: "Perro huevero, aunque le quemen el hocico",  de mi nadie se ríe y menos un traidor y sinvergüenza.

Tía nunca quiso ponerle padrastro a su hijo y como no creía ni confiaba en ningún hombre, volcó todo su amor y dedicación sobre su hijo.

Aquella noche de la despedida, ella se coló en mis sueños y me dio un besito en la cabeza, era su costumbre besarme la frente y la cabeza todos los días cuando llegaba y cuando me iba y esa noche me besó varias veces y me dio la espalda, luego vi, cómo mi primo, cogía sus zapatos y los abrazaba y los besaba arrodillado en el pasillo de la cocina que estaban construyendo en la parte de atrás de la casa. Oía sus gritos de desesperación pero como tenía un suero puesto en el brazo, no podía moverme. Mi tia se perdió caminando recto recto por el pasillo del hospital. Iba con su vestido gris, el que se ponía cuando le guardó luto a su mamá.
Cuando mi mamá vino a verme al mediodía, mi primera pregunta fue:
- Mami, ¿y tía Mercedes? 
- ¿Por qué me preguntas así, con ese susto?
- Ay mami, es que anoche soñé que mi tía se habia muerto y Pepe lloraba besando y abrazando sus zapatos. Daba unos gritos, pobrecito.

Mi madre no podía creerlo, mi tía se había muerto hacía dos dias y la reacción de mi primo había sido exactamente esa, abrazarse a los zapatos de su mamá.  Cuando ya estaba en mi casa, mi primo y su mujer fueron a verme con la niña. Lloramos los tres.

Desde entonces, a pesar de que mi primo era casi contemporáneo con mi padre, quedamos muy enlazados y su esposa siempre fue muy especial conmigo. Al año siguiente tuvieron otra niña y buscando el varoncito se tropezaron cin un par de jimaguas lindisimas. Las cuatro eran lindas pero una de esas mellizas igualita a mi primo, la otra es el retrato de su mamá.

En todos los cumpleaños de mis hijas están mis piritas  Recuerdo que Chela, me preparaba las empanadillas, los bocaditos y las frituras. Porque nadie más ella se esmeraba en hacer esas especialidades, su salud nunca fue muy buena y además a parte de atender a sus hijas, se dedicaba a cuidar niños, a coser zapatos de tela, a hacer chucherías para entrar un dinerito extra a la casa.

No sé de dónde sacaba energías pero siempre tenía todo en orden y encima, le cooperaba a su esposo. Sus hijas muy bien vestidas, con sus lazos y sus buenos zapatos; todo el tiempo se la pasaban haciendo cuentos y riéndose. No había un día que en aquella casa no se mencionara a mi tía. En su altarcito, estaban las fotos de mi tía, de mi bisabuela y su virgencita de la Caridad con sus respectivos cabitos de velas y sus flores.

Con el dinerito que Chela hacía cuidando muchachos más el salario de mi primo, lograron transformar la casa y poco a poco terminaron la cocina y le pusieron losas al pasillo y corrieron las paredes. Todo a base de trabajo y sacrificios de los dos. Mi abuela Enma quiso mucho a Chela y para mi, es mi prima de sangre. Cuando necesitaba exteriorizarme con alguien, ahí estaban ella y primo para escucharme y darme un buen consejo.

La vida le guarda sorpresas a uno...

En el 2002, cuando murió mi padre, fue Chela quien lo vistió y ayudó a prepararlo en la morgue y mientras yo viva voy a agradecerle esa acción como también vivo eternamente agradecida de mi tia Mercedes y su hijo cuando nos recogieron en su casa, aquellos 18 meses que pasamos rodando sin tener donde vivir, gracias al odio, la avaricia y la ignorancia del lado negativo de la otra familia.

A mi tía le agradezco las manías que me transmitió y todo su amor desbordante hacia mi persona. Cuando llegué casi un mes después de la partida de mi padre, bajo tremendo aguacero fui a ver a mis primos. Conversamos muchísimo y recordamos momentos tristes y alegres. De cuando mi tía se enfermó, de la época de los besitos de piquito y la veladera de mis tías. Hubo un momento muy especial en medio de lágrimas y risas. Mi primo Pepe se puso de pie y abrazo a su esposa por detrás y me dijo emocionado:
- Prima, yo soy el hombre más feliz del mundo. Esta mujer es mi vida, mi amiga, mi yunta, mi hembrota. No quisiera vivir si ella me falta. Mi madre, prima, no se equivocó, esta mujer me dio cuatro hijas a las que adoro, ¿Qué más puedo pedirle a la vida?.

Chela lo miró maliciosa. Mi primo la convirtió en su "bandolera" (pensé). Una hora antes de partir para el aeropuerto, mi primo fue a despedirse, llegó solo, a Chela le daba sentimiento despedirme. Lo besé mil veces y lo abracé, mi primo tenía los ojos aguados. El sabía que era la última vez pero no me lo dijo.

Por estos días de diciembre cumplen cuatro años de estar juntos él y mi tía. Ninguna de sus hijas aceptan aún esta partida. Esa enfermedad se ha llevado gran parte de mi familia, sin miramiento alguno. En cuanto supe la noticia, llamé a Cuba y hablé con Chela y con Mercy. No sabía qué decirles, me ahogaba. Del lado de allá pasaba lo mismo, ninguna de las tres dijimos nada coherente. Recuerdo que les dije:
- Se me fue mi primo del alma.

Es inconcebible que un hombre alegre y bonachón como mi primo, se nos vaya así. Toda la alegría de la casa se fue con él. Me imagino el vacío y la tristeza que reina en esa casa. La pobre Chela, no quiere vivir y estoy convencida de que si algo la mantiene en pie son sus hijas y sus nietos pero, ella ha decido irse.
A mi me gustaria tanto volver a verla.








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