viernes, 28 de noviembre de 2014

Nostalgia santiaguera



Por Lucy Ramón.


Hoy me levanté con lo de "santiaguera" revuelto. Tengo días así, nostálgicos y es muy normal que me pase porque, para mi, Santiago es un micromundo rodeado de montañas y de mar que, atrapa a todos los que lo conocen. A veces, cuando la "meno" no me deja dormir y me entran los calores y los insomnios, me da por cerrar los ojos y caminar las calles de mi Santiago, lo mismo subo que bajo Enramadas que, voy cortando por los callejones aledaños hasta llegar al Parque De Céspedes o sigo loma arriba hasta el Boulevard de Dolores y ahí cojo un "breo" en los bancos de frente al Bodegón y Mendive y continuo Aguilera arriba, hasta plaza de Marte.


Mientras "camino", intento recordar cada casa, cada edificio, cada detalle, las tiendas, las escuelas, las iglesias, etc., y todo va aflorando claramente a mi mente por su orden pero, con los años, cada vez voy borrando de mis memorias ciertos tramos y me confundo, pareciera que una nube opaca, ocupara esos espacios y no hay manera que logre recordar qué hay o que había allí cuando pasaba caminando casi a diario, por esos sitios.

Y entonces me da miedo y vergüenza haber olvidado algún pedacito de esos. Es alarmante comprobar que la memoria te está fallando y por otro lado, este tipo de olvido, aparentemente insignificante, me llega al corazón porque siento que le estoy "fallando" a mi tierra, a mi Chago querido, siento que, sin darme cuenta, la distancia y el tiempo me han arrebatado parte de mi vida, de mi tesoro, de mis recuerdos. Cuando me sorprenden esos olvidos, enseguida llamo a algún santiaguero y le pregunto:

- Oye, ¿tú te recuerdas qué había frente al Fontana di Trevi, al lado de la casa de los novios y en la esquina opuesta?

Esos fueron ejemplos de pedacitos que intentaron perderse pero los rescate a tiempo. Uno siente un orgullo tan grande cuando mira en la Internet fotos del museo Emilio Bacardi, de la casa donde nació José Maria Heredia, de la catedral, de la casa de Diego Velázquez, del Morro, en fin de todos los lugares que desde niños visitábamos y a los que llevamos a nuestros hijos. Todos esos sitios son míos y de todos los santiagueros. Nadie podrá quitárnoslo porque nuestras huellas están allí, nuestros pasos están allí, nuestros espíritus se pasearon por allí y allí dejamos su aroma.

Los santiagueros, hospitalarios al fin, ofrecemos a los huéspedes el sonido de la conga, el sabor dulce de las frutas de El Caney, la panorámica de la bahía, vista desde el Balcón de Velázquez, la misa en la catedral y con cierto recelo, los dejamos entrar al santuario de la patrona de Cuba a pagar promesas y a verla de cerquita, eso sí, Cachita es nuestra.

No sé porqué me fui tan lejos si en realidad, mi recorrido era por el centro de la ciudad y aunque no llegue hoy hasta allá, hasta carretera central y me dé un salto por Ferreiro, quiero decirles que en maternidad Norte pari a mi hija mayor y en el centro Gallego, nació mi chiquitita. Casi todos los santiagueros nacieron en esos hospitales o en la clínica.
Bueno, por hoy es suficiente, ya di mi paseito de costumbre y como voy de bajada, estoy aqui, sentada en uno de los bancos que están en la acera de la iglesia de San Francisco. Aquí estoy refrescando, luego me compro un dulce fino enfrente, en la Diana y no paro hasta llegar a mi casa.

Un besito Santiago. Te extraño.

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