Por Lucy Ramon.
Estaba aquí, pensando, en aquellos tiempos de juventud, los "palestinos" soñábamos con mejorar nuestras vidas, mudándonos para la "Poma", para La Habana. Creíamos que en la capital nuestras vidas tomarían rumbos diferentes, progresariamos, dejando atrás el fango, los matorrales y el "atraso" de los pueblos de campo.
En mi caso, salté de Campechuela para Santiago y eso era ya un adelanto pero después, mis ojos se enfilaron para Occidente, habia dado mis viajecitos de vacaciones por la capital y me quedé prendida a las luces, a los restaurantes, a la arquitectura y al Capitolio. Y para que vean, nunca me dio por hacerme la famosa foto que se hacían los guajiros cuando iban a La Habana, quien no se la hiciera, ese, nunca estuvo allí.
A decir verdad, me gustaba salir los domingos tempranito con mis cartones, los tiraba en las aceras y sobre ellos me acostaba bocarriba, sólo así podía ver al detalle los edificios más antiguos con sus bajorrelieves, sus toques bizantinos y góticos.
Durante la semana, el gentío, la corredera detrás de la guagua y la agitación, no podía detenerme a disfrutar de esas reliquias, de esas cosas lindas que poco a poco se han ido derrumbando, tal y como se ha ido derrumbando la esperanza de los cubanos que soñaron por años con una Cuba mejor y han despertado en medio de una pesadilla...
Con el tiempo, la Habana se me quedó chiquita, allí no encontré lo que buscaba y me regresé a mi Santiago. Llegó el momento en que ni allá, ni allí, ni acuya' me sentí a gusto, mi sueño de Libertad estaba hacia el Norte.
Y aquí estoy, buscando esa libertad.
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