lunes, 19 de enero de 2015

Renta en Hialeah, una odisea. Parte II



Por Lucy Ramón.


Mientras llegaba el money order, la señora que supuestamente me haría el contrato, intentaba comunicarse con otra persona pero ésta no respondía el teléfono. 

Se volvió hacia mi y me preguntó:
- ¿Quién te mandó aquí? 
- Espere un segundo - le pedí, mientras le marcaba a mi hermana para que me dijera el nombre de la persona que le comunicó que ya podíamos venir a hacer el dichoso contrato, está establecido pasar la investigación, de lo contrario no hay contrato.
- La señora se llama Ingrit y confirmó la aprobación. 

A todas estas, la mujer que me atendía, jamás se presentó formalmente y desesperada, buscaba mi nombre en el sistema. Y dale y dale dedo al mouse y nada.

Se volteó otra vez:
- ¿Podría darme su nombre? 
- Hagamos algo - le propuse .Si no aparezco, quizás Ingrit registró a mi hermana y si lo hizo, es muy posible que haya algún error con mi apellido Ramón. 
- Es que aquí, en el listado no tengo nadie con ese apellido - Contestó. 
- Entonces búsquenos por Castillo. 

¡Bingo!. Encontró a mi hermana tal y como le sugerí pero yo, la interesada, la del contrato y la que iba a poner el money, no estaba registrada. La mujer estaba muy nerviosa, Ingrit no contestaba y las llaves "nadie" las tenía y yo permanecía en silencio pero mi cuerpo y mi cara le gritaban: "la llave, quiero ver mi apto". Respiró, mil veces se pasó el pelo detrás de las orejasotas mil y me miraba y oprimia los labios.

- Trabajas con mucha tensión - le comenté. 
- Con bastante tensión - me dijo angustiada.

El buró estaba en la primera sala y detrás le seguía una oficina donde conversaban una joven con un señor que, por su conversación, dejaba entrever que era jefe de alguna de las dos. Todos sus ademanes y su postura misma al sentarse, me decían que ese señor del chivito canoso en la barbilla, era el que cortaba el bacalao. 
Todo lo que la señora hablaba conmigo, él lo escuchaba. La Ingrit no aparecía y la llave tampoco.

- Mire seño..
- Ana, mi nombre es Ana. No sé qué pasa que Ingrid no contesta. (estaba en el techo).
Cuando Jorge vio el peloteo, se paró abruptamente y salió disparado del local y la señora con una mueca me dejó saber que mi Quijote era un imperfecto.
- El apto que mi hermana reservó fue el 204, en un segundo piso. Si Ingrit le responde necesito que usted me ayude porque en realidad, me gustaría vivir en una planta baja. (le expliqué los porqués)

La pobre señora manoseaba una y otra vez la montaña de papeles que tenía sobre aquel buró, mientras marcaba y marcaba a la desaparecida.

- Vamos a ver cómo le hacemos, no tengo tu información, no tengo la llave, yo creo que vas a tener que venir mañana porque...

Cuando oi: "venir mañana" mi paciencia subió al tope y reventó el pacientimetro.
Ana notó que una reacción química estaba por suceder...

- Mire Ana, usted y yo estamos involucradas en un problema muy serio, en donde ninguna de las dos somos responsables del mismo. Por un lado la persona que debió proveerle mis récords, no lo hizo y usted no es responsable por eso .El mecanismo de la llave, tampoco depende de usted, de eso estoy muy clara pero como soy la persona que está pagando y vino al llamado de Ingrit, puede suceder cualquier cosa, menos perder mi tiempo y ¿sabe qué?, no habrá un mañana. Es hoy y ahora.

La pobre mujer estaba desesperada y muy amable intentaba persuadirme, fue entonces que la BESTIA del chivito se levantó de su silla giratoria y cogió a Ana por ambos brazos y la empujó diciéndole:

- Por favor Ana no quiero ser grosero contigo, acaba con esa mujer, resuelve la situación, su marido tiene razón al levantarse de la manera que lo hizo y tú sólo les estás poniendo peros.

Y ahí mismo le ha dado un empujón y un tirón a la puerta de su oficina que me quedé boquiabierta. Hasta un cuadrito de pirograbado que decía un pensamiento de Don Quijote de la Mancha, en el que se refería a la lucha por ideas y al respeto, se desprendió de la pared y cayó justo en un pequeño cestico de basura, parecía que anotaba un "gol".

- ¿Y él quién es, tu jefe?
Mordiéndose la rabia asintió con la cabeza y me dijo:
- Uno igual que aquel otro-dijo, señalando hacia afuera, hacia mi carro.
- ¡Ja!. Con la diferencia de que aquel "otro" es incapaz de maltratar a una mujer.
Hurra! Hurra! ¡Apareció Ingrid!.

Contunuará...

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